Porque tal fenómeno se ha instaurado e incrustado en las murallas de mi tierra, de mi casa. Un extraño virus ha llenado de la normalidad más vulgar a un pueblo que cuan diferente siempre se mostró. Un pueblo que se caracterizó por su lucha incansable por lo propio ha quedado adormecido en la inmunda telaraña de la desidia y el conformismo. Orgulloso por la idiosincrasia heredada y ensimismado entre risas y coplas. Tal reconversión, deconstrucción o transformación bien puede quedar explicada si agregamos a este escrito un nuevo término psicológico: la indefensión aprendida, concepto este que podríamos resumir “grosso modo” con la sensación de que “por mucho que se haga, el cambio no depende de nosotros”. Y en esas estamos, entre dos conceptos que marcan el devenir de un pueblo que se apaga entre ráfagas de ilusión venidas de la mano de aquellos que recuperaron y “okuparon” Valcárcel y repentinos apagones en forma de desalojo y cierre.
Y el pueblo observa esperando una intervención que no llega (efecto espectador) y el pueblo baja los brazos porque siente que por mucho que haga no se vislumbra esperanza alguna (indefensión aprendida).
¿Esperamos un “mesías” tal vez? , ¿una solución divina?, ¿una revolución armada?... la cuestión es que Cádiz se apaga y solo el legado carnavalesco persiste. Motivación, ilusión, autoestima, creatividad…conceptos que pasean por nuestras calles y se encuentran como en casa a finales de enero y durante todo un mes de febrero. Esperemos se instauren definitivamente en aras de un crecimiento que se hace esperar, en aras de un tercer puente a la esperanza que esperamos cruzar…
No he dicho, he comentado…
Hasta pronto
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